Arquitectura

¿César Manrique arquitecto?

(Explicación detallada a partir de extractos del libro César Manrique, acupuntura territorial en Lanzarote ):

César Manrique arquitecto

Contrariamente a lo referido en numerosas publicaciones escritas y sitios web, César Manrique no era arquitecto. El artista nunca tuvo el título oficial de arquitecto, y en tanto que tal no tenía la capacidad legal de firmar la realización de un proyecto de arquitectura. Por esta razón, los Centros de Arte involucraron a diversos arquitectos que permitirían la tramitación administrativa de los mismos, pero no dejan de ser comúnmente reconocidos como los Centros de Arte de César Manrique. Los colegios oficiales de arquitectos siempre tuvieron una cierta reticencia hacia esta situación, dado que entre sus funciones se encuentra el velar contra el intrusismo profesional, y en este sentido César Manrique parecía sentar un precedente problemático. De hecho, cuando nos adentramos en la bibliografía existente sobre la obra de César Manrique, junto a los capítulos referidos a su producción pictórica y escultórica, es frecuente que los autores se refieran a su «producción espacial» o «arte ecológico», eludiendo el término arquitectura.

Sin embargo, la acepción del término arquitectura según el Diccionario de la Lengua sí nos permite referirnos a la producción espacial de Manrique en tanto tal. De ahí viene la confusión: César Manrique no era arquitecto, al no tener un título reconocido para ejercer legalmente como tal, pero sus Centros de Arte sí que responden al término arquitectura. Esa parece ser la causa por la que César Manrique ha sido denominado —inadecuadamente— arquitecto por la prensa y el público en general, con el consecuente malestar de arquitectos titulados y los organismos encargados de velar por los derechos de esta profesión.

Por otro lado, hay que considerar las circunstancias específicas en las que el artista comenzó a desarrollar su obra arquitectónica. Manrique regresó a Lanzarote con un reconocido prestigio en tanto que artista. Con sus éxitos en Madrid y Nueva York, el artista había alcanzado una situación que debía superar los sueños de muchos de sus coterráneos. Por esta razón, los lanzaroteños no dudaban en recurrir a él cuando precisaban un consejo de orden artístico, y esto incluía las intervenciones improvisadas en sus pequeñas edificaciones —en un contexto de escasez local de arquitectos diplomados—. Pero esta fue una progresión lenta, fruto de la reputación ganada con un trabajo bien hecho y dentro de un contexto con falta de arquitectos titulados, que no tenía nada que ver con una intromisión dentro de un contexto profesional saturado.

Tampoco hay que olvidar que esta situación no era inhabitual en la época. Visto con los estándares de hoy, nos puede parecer difícil imaginar desarrollar la arquitectura sin un título reconocido que garantice la calidad de las obras. Sin embargo, esta situación es relativamente reciente: en España, la colegiación obligatoria en el ámbito nacional comenzó en 1930. Tradicionalmente, la arquitectura era una profesión que se transmitía directamente en la práctica profesional mediante un proceso gradual de aumento de las responsabilidades. Si consideramos los grandes nombres de la arquitectura del siglo pasado, encontramos pocos vestigios de titulaciones oficiales o estudios reconocidos. Por ejemplo, entre los nombres más citados en relación con la arquitectura de esa época, ni Le Corbusier, ni Mies Van der Rohe cursaron estudios académicos de arquitectura. Frank Lloyd Wright fue el único en haber comenzado estudios especializados —en el ámbito de la ingeniería—, que sin embargo abandonó pocos meses después, para continuar con un desarrollo práctico de la profesión. Incluso hoy, en nuestros días, los colegios de arquitectos u organismos equivalentes en diversas partes del mundo suelen dejar abierta una vía paralela de acceso a la profesión, que consiste en una carrera práctica de prestigio. En este caso encontramos incluso arquitectos con importantes distinciones —como por ejemplo Tadao Ando, arquitecto autodidacta que ganaría el prestigioso premio Pritzker en 1995—.

César Manrique nunca reclamó el título de arquitecto. Al contrario, en numerosas ocasiones arremetió contra esta figura, que consideraba ser con frecuencia cómplice, mediador de la masificación inmobiliaria y de la banalidad de la construcción contra la que luchaba. En los documentos oficiales de las obras en las que participó, Manrique aparece por lo general como director artístico (denominación un tanto ambigua en el ámbito de la arquitectura, siendo un término más habitual en campos como el diseño de objetos, en el cine o en el mundo del espectáculo).

Pese a todo lo dicho, la figura de Manrique despierta interés en nuestros días entre un buen número de arquitectos, constatado por  los testimonios inéditos de prestigiosos arquitectos contemporáneos como Alvaro Siza, Jacques Herzog, Frei Otto o Fernando Menis, incluidos en las fuentes del libro César Manrique, acupuntura territorial en Lanzarote .